En la periferia, algunos todavía sobreviven más o menos de
acuerdo con las formas de vida pre-capitalistas. Algunos de ellos son pueblos
indígenas luchando para mantener sus tradiciones, otra son poblaciones de
excluidos que ya han sido absorbidos por la economía, masticados y vueltos a
escupir. A medida que el mercado engulle más y más, aquellos que subsisten
fuera de el cada vez tienen menos con lo que vivir. Desde este punto de vista
privilegiado, nadie puede imaginar como era la vida cuando cualquiera lo tenía
todo alrededor a su disposición.
Hasta hace
poco, la mayor parte de la raza humana todavía obtenía su sustento directamente
de la tierra inmediatamente bajo sus pies. Esto les proporcionaba una red de
seguridad para los malos tiempos. Ahora casi todo el mundo tiene que ir a
través del mercado para conseguir las cosas que necesitamos para sobrevivir,
haciendo las recesiones económicas tan peligrosas como los tsunamis o los
terremotos, aunque estas sean completamente artificiales. Y mientras los
desastres naturales pasan, el capitalismo persiste: las hambrunas son
temporales, pero la pobreza permanece.
Incluso hoy
en día algunas partes de la vida de cada persona permanecen fuera de la lógica
del beneficio y la competición: las relaciones con la familia y los amigos, por
ejemplo, o la brisa fresca en un día de verano. Las mejores cosas de la vida
son todavía gratis. Actividades que nos llenan de plenitud por si mismas,
compartir sin mantener un registro – esto es todavía esencial para nuestra sociedad,
aunque tomen la forma de deportes entre vecinos o software de código libre.
Mucho de esto esta confinado en estrechos contextos sociales, ocurriendo solo
entre iguales de la misma manera que los antiguos griegos practicaban la
democracia entre ellos mientras poseían esclavos. Pero se dice que incluso la
gente más rica, los que están más ansiosos por proteger sus privilegios ,
todavía prefieren relacionarse con los otros de esta manera cuando pueden. Es
duro imaginarlo todo siendo tragado
por la economía por muy colonizados que estemos.
Por otro
lado, aquellos que tratan de escapar del mercado raramente consiguen llegar muy
lejos. Las comunas más remotas todavía tienen que poseer o alquilar terreno,
pagar impuestos, y lidiar con las maneras en que los participantes retienen los
valores capitalistas y el daño emocional sufrido. A largo plazo, esta forma de
autonomía puede fomentar la misma clase de valores que el autoempleo. Intentando
situarse en los márgenes de la sociedad capitalista, bajo increíbles presiones
e influencias provenientes de ella., los espacios autónomos tienden a presentar
un modelo empobrecido de cómo debería ser otro mundo. En el peor de los casos
sirve para desmoralizar a los participantes – mandando el mensaje de que su
alternativa utópica esta condenada a fracasar y dando la impresión de que es
culpa suya en vez de una consecuencia del poder capitalista. Los espacios que
sobreviven a menudo se reconcentran en si mismos, perdiendo la esperanza de
catalizar un cambio a mayor escala.
Estos
intentos de escapar han servido a veces para extender el capitalismo incluso
más lejos, como es el caso de los refugiados europeos que salieron hacia el
denominado Nuevo Mundo. Incluso en esos días, los desertores podían todavía
cruzar la frontera y unirse a comunidades no capitalistas, y lo hicieron a
menudo, luchando a su lado contra sus antiguos familiares.. Hoy, las fronteras
han sido empujadas hacia el mismo borde de la tierra. Aquellos que queramos
luchar contra el capitalismo lo tendremos que hacer allí donde estemos.
Work. Crimethinc. 2012